El Palais de Glace, ubicado en el corazón de la Recoleta, parece un extraño taller de imágenes experimentales. Pinturas, proyecciones, esculturas, objetos, cables, maquetas y hasta visores de realidad virtual están a merced de los caprichos de los 39 artistas que integran la séptima edición del Premio Itaú Cultural de Artes Visuales que estará abierta al público hasta el 22 de mayo.
La muestra sorprende no sólo por su originalidad, sino también por su apuesta a la mixtura entre arte y virtualidad. De hecho, varias de las obras expuestas permiten la interacción con el público a través de dispositivos electrónicos inteligentes como celulares o tablets, en una modalidad conocida como “realidad aumentada”. Básicamente esta tecnología, que se viene usando hace ya tiempo, concede a los espectadores la posibilidad de interactuar de forma sencilla y en tiempo real con capas de información que pueden agregarse a la obra. De esta manera, la “realidad aumentada” deja ver al usuario el mundo real a su alrededor y aumenta la visión que éste tiene de su entorno mediante la superposición de objetos virtuales tridimensionales como audio, video, textos, imágenes y, en general todo tipo de información multimedia. Esta tecnología es, en rigor, la estrella de la muestra. Una muestra que ratifica su objetivo de volver visible la obra de artistas jóvenes con propuestas revolucionarias.
Los premios
Hay también otras obras que explotan el costado tecnológico desde aristas distintas. Como, por ejemplo, una que mezcla sonidos de la naturaleza con imágenes sobre tela; o una que sólo puede ser disfrutada a través de unos lentes de realidad virtual.
Y si el objetivo del arte es, como decía Pablo Picasso, “limpiar el polvo de la vida diaria de nuestras almas”, las obras que integran la muestra Itaú resultan de lo más limpias de los últimos tiempos. Así lo entendió el jurado de premiación, integrado por Inés Katzenstein, Agustín Pérez Rubio y Gabriel Valansi, quienes fueron los encargados de elegir los tres galardones y las tres menciones.
Así, las obras “Deconstruecento” del porteño Kevin Kripper (primer puesto), “S/T” del salteño-tucumano Javier Soria Vázquez (segundo premio) y “Políptico para aproximarse a primeridades naturales de características terceras, cuartas, décimo octavas, millonésimo octavas, etc.” del porteño Julián de la Motta (tercer lugar) fueron las elegidas para formar parte de la Colección Itaú de Arte Contemporáneo. Los tres premiados recibieron $60.000, $40.000 y $25.000, respectivamente.
Además, se otorgó por primera vez el “Premio Realidad Virtual”, para obras de producción 3D inmersiva, que recayó en el artista marplatense Mateo Amaral por su obra “Canoa y falso repollo”, quien recibió $30.000 en equipamiento y una tutoría para desarrollar y presentar su obra en la exhibición. Las menciones especiales fueron para las obras “Cuerpo Negro”, de Marcos Torino (Buenos Aires); “Sin título”, de Nacha Canvas (Tierra del Fuego) y “Sistemas de tránsito y reescritura XII”, de Julián Terán (La Plata). “Una vez más la convocatoria y el nivel de las obras presentadas ha superado nuestras expectativas y cada vez nos sentimos más orgullosos de este premio, que se ha convertido en uno de los concursos de artes visuales más reconocidos del país. Nos complace el nivel de participación y compromiso que vemos en los artistas emergentes de todo nuestro país, que hacen la tarea de los jurados más ardua cada año”, aseguró José Pagés, Presidente de Fundación Itaú.
Sorpresas de la noche
Durante la ceremonia de premiación también hubo espacio para las sorpresas. Por ejemplo, el segundo galardón -otorgado a Soria Vázquez- fue uno de los más aplaudidos. No solo por su mensaje -contundente y minimalista- sino porque es la segunda vez que la Fundación Itaú premia a este artista. En efecto, el año pasado, el salteño-tucumano recibió el segundo premio pero del certamen de cuentos digitales.
También sorprendió -gratamente- el premio recibido por Kripper, que arrancó aplausos y vítores espontáneos. Y no es para menos. Su obra une cálidamente el arte clásico con la virtualidad más contemporánea a través de una proyección sobre lienzo en la que van apareciendo obras de artistas del Renacimiento que luego son progresivamente pixeladas hasta diluirse por completo. Es, en rigor, un working progress que permite hacer una relectura sobre lo clásico pero con una visión hacia el futuro. “Los nuevos medios digitales están haciendo repensar la historia del arte, desde el Renacimiento”, señala el jurado.
La obra “Cuerpo negro”, de Torino, también sedujo al público. Aunque desde otro punto de vista. La apuesta está dada por la interacción con el espectador, que puede tomar ese cuerpo negro hecho de resina que cuelga del techo a través de un arnés y colocarlo en el piso o cargarlo sobre los brazos. “Esta obra restablece la relación espectador - escultura, funciona como un objeto afectivo-transicional. Es una escultura portable que quiere que algo acontezca con el espectador”, acota el jurado.
El plástico obtuvo el segundo premio del concurso